
2020 / Proyecto en curso
Bajo el título Esto es un agujero, se incluye una última y amplia serie de trabajos que analiza la práctica del interiorismo dentro de la institución carcelaria total y propone una aproximación a la forma y función de los objetos enmarcados en un contexto de privación de libertad, aislamiento, vigilancia y castigo.
La investigación plantea la idea de que la forma y el color de los espacios y objetos interiores del penal, como los muebles, son otra «disciplina que permite el control del cuerpo, garantizando el sometimiento de sus fuerzas e imponiendo una relación de docilidad-utilidad».
«(…) a) Enfermeros
a) Los enfermeros
Podría decirse que en la estructura funcional del Hospital Psiquiátrico Penitenciario constituye un punto crucial la presencia y la actuación de los llamados enfermeros. Según se nos dijo, en el momento de nuestra visita había en el Centro unos 45 enfermeros, que en la práctica realizan funciones de celadores, cuidadores o auxiliares psiquiátricos, vigilando, controlando y «gobernando» la vida cotidiana de los pacientes. Sin embargo, no son profesionales sanitarios ni pertenecen a la plantilla del Centro. Son simples reclusos, que, con estos peculiares «destinos», redimen parte de su condena: por cada dos días de «trabajo» reducen un día de pena, pudiendo beneficiarse además de otras «reducciones extraordinarias». Proceden de cualquier prisión estatal y han conseguido ser enfermeros solicitándolo voluntariamente y cumpliendo los requisitos mínimos de ser «penados» de segundo o tercer grado (en la realidad, todos están clasificados de segundo grado) y de haber observado previamente una conducta adecuada. Requisito este último que no debe ser evaluado con demasiado rigor, por cuanto, como pudimos comprobar, algunos enfermeros habían sido muy conflictivos (participación en motines, rebeliones, autolesiones, etc.) en sus prisiones de origen. Tal vez estos «destinos» no sean muy apreciados entre los presos comunes. Los solicitan, al parecer, los que tienen largas penas por cumplir, a veces por delitos de sangre; los que le quedan poco tiempo por cumplir y quieren abreviarlo como sea; y los que residen en Madrid, o en sus proximidades, y pretenden así estar más próximos a sus familiares, abogados, etc.
En cualquier caso, los reclusos no precisan ninguna preparación, conocimientos o aptitudes idóneas para el desempeño de tareas sanitarias, y ni mucho menos para tratar enfermos mentales. Tampoco se les forma para ello, ni se les instruye ni se les orienta mínimamente, ni antes ni después de la consecución del «destino». Pese a estar de servicio casi permanente, los enfermeros no reciben remuneración o gratificación alguna por el «trabajo» que realizan. Siguen siendo reclusos penados, sometidos al régimen y a los reglamentos penitenciarios. Como nos dijo uno de los médicos del Centro, «al enfermero, si se pasa, se le sanciona», aunque sin aclarar el sentido de ese «pasarse». Porque, de hecho, la mayoría de ellos se «pasan» muy a menudo con los pacientes que han de cuidar, y no son sancionados por ello. Las sanciones se deben, sobre todo, a faltas de disciplina para con los estamentos superiores, y consisten en el aislamiento más o menos abreviado en la propia celda, o excepcionalmente en la expulsión y vuelta a la cárcel de procedencia. Algo que todos los enfermeros tratan al máximo de evitar, pues saben que no gozarían de la «simpatía» de sus antiguos compañeros y que perderían sus privilegios.
Por miedo a las sanciones y a la pérdida del «status» conseguido, los enfermeros se muestran sumamente disciplinados con los superiores del Centro. Así lo confirma el funcionario Jefe de Servicios entrevistado, elogiando el buen comportamiento de estos reclusos, algunos de los cuales habían sido muy conflictivos en las prisiones anteriores. Y, por otra parte, extreman el rigor en el tratamiento de los pacientes a su cargo, manteniéndolos sometidos y en orden, a toda costa. A cambio de su «buen comportamiento», los enfermeros obtienen ciertos privilegios, tales como obtener algún día de permiso, ocupar celdas individuales y mucho mejor acondicionadas que la de los enfermos, llevar «bata blanca» (claro signo diferenciador y de superioridad sobre los pacientes), y detentar una cierta posición de poder real en la institución, con las mayores ventajas posibles. Viven en los mismos pabellones que los pacientes, comen do la misma comida y utilizan las mismas instalaciones y servicios, aunque con mucha mayor libertad de movimientos. Ocupan celdas individuales, situadas frente a las de los enfermos, lo que les facilita el riguroso control sobre éstos.De hecho, los enfermeros son responsables de la conducta de los enfermos a su cargo, ante los funcionarios y ante los médicos, quienes delegan en ellos gran parte de su autoridad, para descargarse de tareas penosas y de trabajos «sucios». Por eso, «el trabajo de los funcionarios es aquí mucho más tranquilo y relajado que en una prisión normal», nos reconocía el referido Jefe de Servicios. (…)
INFORME DEL CENTRO PENITENCIARIO DE ASISTENCIA PSIQUIÁTRICA DE MADRID (*)
Alicia ROIG SALAS, Teresa CAPILLA, Serafín CARBALLO y Enrique GONZÁLEZ DURO
(*) Informe de la Comisión de Legislación de la Asociación Española de Neuropsiquiatría presentado al Consejo de Administración. 1985
2020/ Ongoing project
Under the title Esto es un agujero (This is a hole) includes a last wide series of works that analyzes the practice of interior design within the total prison institution and proposes an approach to the form and function of objects framed in a context of deprivation of liberty, isolation, surveillance and punishment. The research raises the idea that the shape and color of the furniture are another discipline that allows control of the body, guaranteeing the subjection of its forces and imposing a docility-utility relationship.
«(…) a) Nurses
It could be said that in the functional structure of the Penitentiary Psychiatric Hospital, the presence and performance of the so-called nurses constitutes a crucial point. According to what we were told, at the time of our visit there were about 45 nurses in the Center, who in practice perform the functions of psychiatric caretakers, caregivers or assistants, monitoring, controlling and «governing» the daily life of patients. However, they are not health professionals nor do they belong to the Center’s staff. They are simple inmates, who, with these peculiar «destinations», redeem part of their sentence: for every two days of «work» they reduce one day of sentence, and can also benefit from other «extraordinary reductions». They come from any state prison and have managed to become nurses by voluntarily requesting it and meeting the minimum requirements of being «convicted» of second or third degree (in reality, all are classified as second degree) and of having previously observed appropriate conduct. This last requirement should not be evaluated too rigorously, since, as we could see, some nurses had been very conflictive (participation in riots, rebellions, self-harm, etc.) in their prisons of origin. Perhaps these «destinations» are not highly appreciated among common prisoners. They are apparently requested by those who have long sentences to serve, sometimes for crimes of blood; those who have little time left to meet and want to shorten it however; and those who reside in Madrid, or in its vicinity, and thus seek to be closer to their relatives, lawyers, etc. In any case, inmates do not need any suitable preparation, knowledge or skills to carry out health tasks, and much less to treat mentally ill patients. Nor are they trained to do so, nor are they instructed or guided minimally, neither before nor after the achievement of «destiny.» Despite being on almost permanent duty, nurses do not receive any remuneration or gratification for the «work» they do. They continue to be penalized inmates, subject to the prison regime and regulations. As one of the Center’s doctors told us, «the nurse, if he passes, is punished», although without clarifying the meaning of this «passing». Because, in fact, most of them «hang out» very often with the patients they have to care for, and are not penalized for doing so. The sanctions are due, above all, to lack of discipline towards higher levels, and consist of more or less abbreviated isolation in the cell itself, or exceptionally in expulsion and return to the prison of origin. Something that all nurses try their best to avoid, because they know that they would not enjoy the «sympathy» of their former colleagues and that they would lose their privileges.(…)
REPORT ON THE PENITENTIARY PSYCHIATRIC ASSISTANCE CENTER OF MADRID (*)
Alicia ROIG SALAS, Teresa CAPILLA, Serafín CARBALLO and Enrique GONZÁLEZ DURO
(*) Report of the Legislation Commission of the Spanish Association of Neuropsychiatry presented to the Board of Directors. 1985